Ser indeciso es de por sí un problema que puede acarrear consecuencias indeseables. Si a esto le sumamos que debemos atravesar un período de crisis, la situación se agravará ante la imperante necesidad de tomar una determinación.
Sin embargo, algunas emociones, tales como la inseguridad, la angustia y la ansiedad, pueden anteponerse a nuestro poder de decisión con tal fuerza, que nos llevan directamente a un bloqueo emocional.
Los bloqueos emocionales que nos llevan a ser indecisos en momentos de crisis
- Sentirse distanciado de los sentimientos propios
- Vivir en un mundo irreal e imaginario
- Baja autoestima
- Falta de confianza en uno mismo
- Necesidad de evitar los problemas para escabullirse de los sentimientos de ansiedad
- Anular el yo y entregarse a la dependencia de los demás
- Necesidad imperiosa de agradar a los demás
- Negarse a ver las cosas tal cual son
- Perfeccionismo
- Perseguir el hecho de tenerlo todo
- Idealización del yo
La indecisión, entre otros factores causantes, puede deberse tanto a la falta de confianza en uno mismo como al exceso de esta. Creer que todo lo que hagamos resultará mal o que todo lo que hasta ahora hemos hecho es inmejorable, nos distancia de la realidad y nos pone más allá de la necesidad de tomar una decisión.
No obstante, ausentarse de nuestra propia realidad y tomar la determinación de no decidir con respecto a lo que nos atañe, tiene serias consecuencias para nuestro presente y nuestro futuro.
Las consecuencias de ser indeciso
Una de las ironías de la indecisión es que nos abstenemos de tomar una determinación por miedo a sus consecuencias, sin darnos cuenta de que la consecuencia más grande es precisamente la que se desatará si dejamos que la situación siga corriendo y la ignoramos. Si persistes en tu indecisión, estas son las posibles consecuencias con las que te podrás topar:
Responsabilizamos a los demás de nuestro fracaso: es muy común pensar que como no hemos sido nosotros quienes tomamos la decisión, la responsabilidad de que las cosas hayan ido mal es de quien sí se atrevió a decir sí, a decir no o a elegir entre las opciones existentes. Esta es una de las consecuencias más peligrosas de la indecisión, puesto que nos va hundiendo cada vez más en el lodazal de nuestra zona de confort. Cuando esto sucede, nos volvemos cada vez más inactivos con respecto a las decisiones y dejamos que otras personas tomen el control de nuestro destino, culpándolas de nuestros propios fracasos.
Perdemos el apoyo de nuestros seres queridos: el amor no es incondicional y el apoyo lo es aún menos. Cuando quienes nos quieren, en especial una pareja, ya que su vínculo con nosotros no es de sangre ni necesariamente definitivo, son testigos en reiteradas ocasiones de nuestras fallas voluntarias con respecto tomar una determinación, su apoyo se irá diluyendo hasta finalmente desaparecer.
Nuestro progreso se ve trancado: las decisiones son los peldaños hacia el progreso. No tomar determinaciones nos termina dejando siempre en el mismo lugar. Es así que no cambiamos de empleo, no ponemos punto final a una relación que ha demostrado ser dañina para nosotros, no nos decidimos a terminar los estudios y así con una serie de factores que nos podrían llevar a despegar en varios aspectos de la vida. Por lo tanto, no tomar decisiones es la garantía más grande de que jamás progresaremos.
Caer en la mediocridad: la ausencia de progreso es sinónimo de mediocridad y esta última es la puerta hacia la infelicidad. Por ende, una persona indecisa en momentos de crisis, es una que se ha comprado un ticket hacia lo más oscuro de su propio ser.
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