¿Es posible que en la era en que la sociedad entera está abocada a la comunicación en tiempo real podamos hablar de incomunicación social?
Sí, lo es. Solo tenemos que abordar la comunicación social desde lo que verdaderamente es para darnos cuenta de que las tecnologías de la información, lejos de generar el terreno propicio para que esta tenga lugar, cada día nos aleja más de su verdadera esencia.
Qué es la comunicación social y qué no es
Es muy sencillo creer que postear un comentario en las redes sociales, o leer un periódico en línea es parte vital de la comunicación social. Sin embargo, si nos remitimos a la esencia de esta clase de comunicación, nos daremos cuenta de que va mucho más allá de un emisor, un receptor, un mensaje y un canal.
Uno de los factores que se está perdiendo en la comunicación es la importancia del mensaje. Un grupo de símbolos con cierta coherencia sintáctica (incluso a veces sin ella) no necesariamente es un mensaje propiamente dicho. Un aspecto que está perjudicando notoriamente a la calidad del mensaje es pensar en uno mismo al transmitirlo. Si yo lo comprendo, ya es suficiente. Sin embargo, para hablar de comunicación, y ni siquiera de comunicación social, que es más compleja aún, se necesita que el mensaje sea descodificado.
El aluvión de «likes» y emoticones genera una “sensación térmica,” en la comunicación. Creemos que por recibir esa clase de feedback, hemos sido capaces de plasmar nuestras emociones o pensamientos de forma efectiva, cuando lo que en realidad ocurrió fue que nuestros receptores recurrieron al cada vez más común acto reflejo de poner “me gusta” en mensajes que no llegan a comprender.
Si damos el gran salto y nos vamos a la comunicación social, ya no alcanza con el que mensaje sea comprendido. Esta forma de comunicación implica transmitir valores, tradiciones y cultura, pero esperando una interacción en el proceso. La interacción a la que nos referimos trasciende el feedback que podemos obtener por medio de un solo click.
Por lo tanto, la comunicación social es interacción entre miembros de una comunidad, en la cual el mensaje no es el fin, sino el medio para detonar una sinfonía de emociones que deriven en reacciones y en acciones. Es decir, no hay comunicación sin que transformemos la realidad.
Como es de imaginar, la pérdida de algo tan significativo no es gratuita. Las consecuencias de la incomunicación social pueden ser más devastadoras de lo que podríamos llegar a creer en un principio.
Consecuencias de la incomunicación social
- Aislamiento
- Pérdida de relaciones reales
- Pérdida de las facultades lingüísticas
- Pérdida de la facultad de escucha
- Pérdida de la empatía
- Desintegración de las emociones
Ante el cese de la comunicación, la primera consecuencia es el aislamiento. Tal vez ahora mismo estés pensando que con cinco mil amigos en una red social y ocho mil seguidores en otra, si hay algo que no te ha llegado es precisamente el aislamiento. Sin embargo, al mirar a tu alrededor y al hacer un recuento de la última vez que viste en persona a un amigo o incluso a los familiares con los que no vives, tal vez comiences a comprender que los vínculos no se forjan ni se sostienen a través de posteos y reacciones previamente guionizadas para que no tengas que pensar.
Una vez que caigas en la cuenta de tu inminente aislamiento, no tardarás en ir acusando recibo de las pérdidas a las que ha conllevado la falta de comunicación social en tu día a día. La facilidad de palabra, los mensajes precisos, el uso correcto de las reglas gramaticales y ortográficas, la capacidad de ponerte en el lugar del otro y la experimentación de las verdaderas emociones, irán formando parte de los fósiles que has ido acumulando a lo largo de tu existencia. ¿Puede una persona que dispone de un símbolo para manifestar un enfado, realmente experimentarlo y expresarlo? Cada día, esta posibilidad se ve diezmada como producto de las tecnologías que han surgido para facilitarnos hasta la forma de conectarnos con nuestras propias emociones.
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